¿QUÉ ES LA EVALUACIÓN NEUROPSICOLÓGICA?: CASO CLÍNICO DE EVALUACIÓN NEUROPSICOLÓGICA DE LA DISCAPACIDAD INTELECTUAL EN ADULTOS JÓVENES

Umberto León Domínguez 36


La evaluación neuropsicológica es un proceso riguroso de recolección y análisis de información sobre una persona, que se enfoca en su funcionamiento cognitivo, comportamental y emocional. Este método se fundamenta en la aplicación de pruebas estandarizadas que evalúan distintos aspectos de las funciones cognitivas, incluyendo memoria, atención, percepción, orientación, lenguaje, habilidades visoespaciales, velocidad de procesamiento y funciones ejecutivas, entre otras (Lezak et al., 2004). El objetivo principal de la evaluación neuropsicológica es proporcionar una descripción detallada del rendimiento cognitivo actual del individuo, considerando su historia personal, educativa, laboral y médica. Los hallazgos de esta evaluación tienen un amplio rango de aplicaciones, que incluyen el diagnóstico de diversos trastornos neurológicos y psiquiátricos, la planificación de tratamientos y programas de rehabilitación, el seguimiento de la progresión de enfermedades y la evaluación de la eficacia de las intervenciones terapéuticas. De igual forma, estos resultados pueden brindar indicativos de cómo ciertas patologías o lesiones podrían afectar la vida diaria, la educación, el trabajo y otras actividades funcionales de la persona en el futuro (Leon-Carrion, 2015).

La evaluación neuropsicológica tiene un rol preponderante en distintos contextos, principalmente en el diagnóstico, la planificación del tratamiento y la investigación. En términos de diagnóstico, puede contribuir a la identificación de una variedad de trastornos y condiciones que afectan al cerebro y la cognición, tales como enfermedades neurodegenerativas, trastornos del desarrollo, trastornos psiquiátricos con componentes cognitivos y condiciones resultantes de lesiones cerebrales traumáticas, accidentes cerebrovasculares o tumores cerebrales. Asimismo, la evaluación neuropsicológica es fundamental para el diseño de intervenciones terapéuticas y estrategias de rehabilitación, así como para la monitorización de la evolución de la condición de la persona y la efectividad de las intervenciones implementadas. En todos estos casos, la evaluación neuropsicológica proporciona información invaluable para entender el impacto de la condición en la función cognitiva y para guiar las estrategias de tratamiento y rehabilitación (Faust, 1991; Goldstein, 1996).

En especial, neuropsicología juega un papel crucial en el diagnóstico, tratamiento, seguimiento y apoyo de individuos con discapacidad intelectual, a través de su valoración neurocognitiva, funcional y emocional (Shogren & Turnbull, 2010). La discapacidad intelectual se caracteriza típicamente por dificultades en dos áreas principales: el funcionamiento intelectual (incluyendo habilidades cognitivas como razonamiento, resolución de problemas, planificación, pensamiento abstracto, juicio, aprendizaje académico y aprendizaje a partir de la experiencia) y el funcionamiento adaptativo (la capacidad para realizar actividades cotidianas requeridas para la vida personal, social y ocupacional). En el diagnóstico de la discapacidad intelectual, la evaluación neuropsicológica puede proporcionar una medida objetiva del funcionamiento intelectual, ayudando a identificar áreas específicas de fortaleza y debilidad en la función cognitiva. Pero el papel de la evaluación neuropsicológica va más allá del mero diagnóstico. En la planificación del tratamiento, la evaluación neuropsicológica puede ser instrumental en la identificación de las habilidades cognitivas que son fortalezas o debilidades para un individuo con discapacidad intelectual, lo que permite a los profesionales diseñar estrategias de intervención y adaptaciones que maximicen las fortalezas del individuo y apoyen sus áreas de dificultad. Además, una evaluación neuropsicológica puede ser útil para la defensa y el apoyo de un individuo con discapacidad intelectual, ya que puede proporcionar la documentación necesaria para solicitar adaptaciones en el entorno escolar o laboral o para solicitar servicios de apoyo (Esteba Castillo et al., 2017).














38 Doctorado por la Universidad Autónoma de Madrid, Maestría de Neuropsicología Clínica por la Universidad de Sevilla, y Maestría de Cerebro y Conducta por la Universidad de Sevilla. Profesor-Investigador de la Universidad de Monterrey, México. umberto.leon@udem.edu. Miembro del Sistema Nacional de Investigadores de Nivel 1.


Distintos organismos privados y públicos se apoyan en el Cociente intelectual para determinar el grado de discapacidad intelectual. La evaluación del CI de forma cuantitativa está recogido en el DSM-IV, aunque es importante señalar que no proporciona una metodología específica una valoración holística e integral. En cambio, proporciona criterios diagnósticos para los trastornos del desarrollo intelectual basados en las puntuaciones de CI obtenidas a través de pruebas estandarizadas de inteligencia, como la Escala de Inteligencia de Wechsler para Adultos (WAIS), la Escala de Inteligencia de Wechsler para Niños (WISC) o la Escala de Inteligencia Stanford-Binet. Sin embargo, la versión más reciente del manual es el DSM-5, que utiliza el término "discapacidad intelectual" en lugar de "retraso mental" y pone más énfasis en el funcionamiento adaptativo del individuo. De acuerdo con el DSM-5, el diagnóstico de discapacidad intelectual no solo se basa en la evaluación del CI, sino también en la evaluación del funcionamiento adaptativo. Esto refleja la creciente comprensión de que el CI es solo una medida de las habilidades cognitivas, y no una medida de la valía de una persona, su potencial para tener éxito en la vida, o su capacidad para contribuir a la sociedad (Simpson, 2014).

Por tanto, una correcta evaluación de la discapacidad intelectual viene determinada por una buena anamnesis, una valoración cuantitativa de su integridad cognitiva y finalmente la aplicación de alguna escala de adaptabilidad (Shogren & Turnbull, 2010). La anamnesis en el contexto de la discapacidad intelectual es un proceso meticuloso y continuo que engloba la investigación profunda de la historia clínica, el desarrollo y el estado actual del individuo. Este proceso comienza con una entrevista clínica que incluye no solo al paciente, sino también a las personas que forman parte integral de su vida, como padres, tutores o cuidadores. Esta entrevista se centra en recoger información detallada sobre la historia médica y de desarrollo del individuo, cubriendo aspectos como problemas de salud física y mental, detalles del embarazo y parto, el desarrollo temprano, el rendimiento escolar y las habilidades sociales (Kishore et al., 2019).

La evaluación cognitiva de la inteligencia se suele usar la familia de pruebas para la valoración de la inteligencia conocida como Escala de Wechsler. En específico, la Escala de Inteligencia de Wechsler para Adultos, comúnmente conocida como WAIS (por sus siglas en inglés), es una de las pruebas de inteligencia más utilizadas en la evaluación de la discapacidad intelectual. Esta prueba se utiliza para medir las capacidades cognitivas y el funcionamiento intelectual de un individuo, proporcionando tanto una puntuación global de inteligencia, conocida como el Cociente Intelectual (CI), como puntuaciones en diferentes dominios de la inteligencia. En el contexto de la discapacidad intelectual, el WAIS puede utilizarse para identificar un funcionamiento intelectual significativamente inferior al promedio, uno de los criterios para el diagnóstico de la discapacidad intelectual según el DSM-IV (Nouwens et al., 2017). Se considera que un CI de aproximadamente 70 o menos en el WAIS, que corresponde a alrededor de dos desviaciones estándar por debajo de la media, indica un funcionamiento intelectual significativamente inferior al promedio.

Además, el WAIS no solo proporciona una medida global de la inteligencia, sino también puntuaciones en diferentes dominios de la inteligencia. Esto puede ayudar a los profesionales a identificar las fortalezas y debilidades específicas en las habilidades cognitivas de un individuo, lo que puede ser útil para la planificación del tratamiento y las intervenciones. Por ejemplo, si un individuo con discapacidad intelectual tiene una puntuación particularmente baja en el índice de comprensión verbal del WAIS, los profesionales pueden decidir centrar las intervenciones en mejorar las habilidades de lenguaje y comunicación del individuo. Por otro lado, si el individuo tiene una puntuación particularmente alta en el índice de razonamiento perceptual, los profesionales pueden utilizar esta fortaleza como un punto de apoyo para las intervenciones y adaptaciones. Finalmente, la evaluación del funcionamiento adaptativo permite al neuropsicólogo valorar la habilidad de una persona para manejar las demandas comunes de la vida y para vivir de manera independiente y autosuficiente. Incluye una variedad de habilidades prácticas, sociales y de conceptos, tales como las habilidades de autocuidado, habilidades sociales, habilidades de la vida doméstica, habilidades de la vida en la comunidad… entre otros. Mientras que el CI mide las habilidades cognitivas, el funcionamiento adaptativo se refiere a cómo esas habilidades se aplican en la vida diaria. De esta forma, un individuo puede tener un CI bajo, pero aún así ser capaz de funcionar relativamente bien en la vida diaria si tiene fuertes habilidades adaptativas (Chou et al., 2013).

Para ilustrar la evaluación neuropsicológica de la discapacidad intelectual, se expondrá un caso de valoración neuropsicológica de la discapacidad intelectual de adultos jóvenes en un entorno universitario. En este caso, se mostrará el protocolo que se ha seguido, ejemplos de la explicación neurocognitiva mediante WAIS y una interpretación de los resultados.



Referencias

Chou, Y.-C., Lee, Y.-C., Chang, S., & Yu, A. P.-L. (2013). Evaluating the supports intensity scale as a potential assessment instrument for resource allocation for persons with intellectual disability. Research in Developmental Disabilities, 34(6), 2056–2063. https://doi.org/10.1016/j.ridd.2013.03.013

Esteba Castillo, S., Peña Casanova, J., García Alba, J., Castellanos, M. Á., Torrents Rodas, D., Rodríguez, E., Deus Yela, J., Caixàs, A., & Novell Alsina, R. (2017). Test Barcelona para discapacidad intelectual: Un nuevo instrumento para la valoración neuropsicológica clínica de adultos con discapacidad intelectual. Revista de Neurología, 64(10), 433. https://doi.org/10.33588/rn.6410.2016400

Faust, D. (1991). Forensic neuropsychology: the art of practicing a science that does not yet exist. Neuropsychology Review, 2(3), 205–231. https://doi.org/10.1007/BF01109045

Goldstein, G. (1996). Functional considerations in neuropsychology. En Ecological validity of neuropsychological testing (pp. 75–89). Gr Press/St Lucie Press, Inc. https://psycnet.apa.org/record/1996-98718-004

Kishore, Mt., Udipi, G., & Seshadri, S. (2019). Clinical practice guidelines for assessment and management of intellectual disability. Indian Journal of Psychiatry, 61(8), 194. https://doi.org/10.4103/psychiatry.IndianJPsychiatry_507_18

Leon-Carrion, J. (2015). Fundamentos en neuropsicología humana. Síntesis.

Lezak, M. D., Howieson, D. B., & Loring, D. W. (2004). Neuropsychological assessment (4a ed.). Oxford University Press.

Nouwens, P. J. G., Lucas, R., Smulders, N. B. M., Embregts, P. J. C. M., & van Nieuwenhuizen, C. (2017). Identifying classes of persons with mild intellectual disability or borderline intellectual functioning: a latent class analysis. BMC Psychiatry, 17(1), 257. https://doi.org/10.1186/s12888-017-1426-8

Shogren, K. A., & Turnbull, H. R. (2010). Public policy and outcomes for persons with intellectual disability: Extending and expanding the public policy framework of AAIDD’s 11th Edition of intellectual disability: Definition, classification, and systems of support. Intellectual and Developmental Disabilities, 48(5), 375–386. https://doi.org/10.1352/1934-9556-48.5.375

Simpson, J. R. (2014). DSM-5 and neurocognitive disorders. The Journal of the American Academy of Psychiatry and the Law, 42(2), 159–164. http://www.ncbi.nlm.nih.gov/pubmed/24986342


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